La hipótesis que planteábamos el otro día es que, aunque la evitación de situaciones incómodas es algo muy arraigado en la conducta social de las personas, con la crisis y la descomposición centrarse en evitar el malestar, la desilusión o la inseguridad ha dejado de ser una solución válida.
Si lo pensamos, evitar situaciones en las que sentimos miedo o angustia es algo terriblemente adaptativo y de sentido común: para los seres humanos ese comportamiento ha sido la diferencia entre la vida y la muerte a lo largo de la mayor parte de la Historia, los ejemplos son innumerables. Por esto se entiende bastante bien que cuando «sentirse mal» no se percibe como algo natural (y transitorio) sino algo contra lo que emplearse a fondo, tenemos cierta propensión natural a no ser conscientes del costo de esa operación.
El problema, por tanto, no es la ‘estrategia de evitación’ en general, el problema nos sobreviene cuando la lucha contra ese malestar conlleva un coste personal muy elevado en términos de lo que querrían para su vida.
Lo que querrían para su vida
Cuando decimos que el problema «es, al menos en parte, de valores», estamos dando en el clavo. En el fondo el problema al que nos enfrentamos es que el primer síntoma de unos «repertorios conductuales (una forma de ser) basados en una evitación crónica y generalizada» es el ocultamiento de los valores propios. O lo que es lo mismo la disolución de la persona y el advenimiento del individuo.
En este contexto no cabe choque cultural, sólo una interminable sucesión de estrategias para no implicarse, para no comprometerse con el entorno y vivir el futuro como una larga melancolía; lo que se llama ‘estrategia ChinaTown’. Una estrategia segura pero que deja espacio para una vida muy limitada. Lo señalaba Caro el otro día:
Si no pensamos en la procedencia de nuestro medio de vida, no llegamos a comprender bien la importancia de nuestro trabajo, ni podemos hacer de él un ámbito creativo ni un proyecto de vida. Si fundaciones y estados dan el nombre de emprendimiento a puros entretenimientos y los centros de formación no abren la cabeza a nuevas posibilidades, la desesperanza al ver que una empresa cierra será cada vez peor y la idea de convertir el talento personal en medio de vida, aparecerá como delirante.
La búsqueda de la pasión
Hoy en la Bitácora de Indias nos contaban que el lema de el TEDx de San Francisco era ‘la búsqueda de la pasión’. Y, siempre que sea una pasión sin épica, la clave es esa: volver a los valores, comprometerse con ellos (con lo que querrían para su vida): exponerse al choque cultural pero también a una vida plena.
¿Se imaginan que en cualquier programa estatal de emprendizaje lo primero que se hiciera fuera buscar los valores de los emprendedores? Sería aprovechar el dinero, aunque claro para eso antes de nada tendrían que saber cómo hacerlo. Nosotros estamos en ello: estén atentos a sus monitores que en breve lo compartiremos. 🙂