
«En estos días democráticos, cualquier investigación sobre la fiabilidad y las peculiaridades de los juicios populares es de interés». Y en días como hoy que se alarman En el artículo que comienza por esa frase, Francis Galton presentaba un curioso experimento que, con el tiempo, se ha convertido en uno de los argumentos prodemocráticos más usados.
En Plymouth, durante el transcurso de la feria anual de ganado conocida como West of England Fat Stock and Poultry Exhibition, se invitó a los visitantes a acertar el peso de un buey. Tras examinar las estimaciones de los 800 participantes, Galton descubrió que la estimación media fue de 547 kilos. Teniendo en cuenta que el peso real del animal era de 543 kilos, Galton concluyó que «este resultado, en mi opinión, concede más crédito a la fiabilidad de un juicio democrático de lo que podría haberse esperado».
Como dice Luri, del que he tomado las traducciones anteriores, «¡Lástima que en las elecciones democráticas los partidos políticos no nos pidan que calculemos el peso de un buey!». Porque, como también dice Luri, hay algunas observaciones del propio Galton que atenúan el optimismo de las conclusiones. «El juicio de los participantes no estaba influenciado ni por pasiones ni por la oratoria partidista; la mayoría eran granjeros experimentados en estos cálculos y, por último, señala que 30 estimaciones fueron descartadas por ser consideradas erróneas o ilegibles».
Al fin y al cabo, ¿es qué acaso la opinión pública tiene ni puta idea de algo?
Hoy, Tom Stafford, en Mind Hacks, nos recordaba que la ‘opinión pública británica’ creía que de cada 100 libras dedicadas a ayudas sociales, 24 son defraudadas (cuando la cifra real ronda los 70 peniques) o que el tanto por ciento de inmigrantes en Reino Unido representa el 31%, cuando es del 13%. No he buscado cifras en España porque sinceramente prefiero seguir viviendo en la ignorancia.
Desde ayer los medios andan preocupados por la posibilidad de que el atentando del Charlie Hebdo acabe por asentar un estado de opinión antiislámica en Europa. Y es que seamos serios, es hora de decirlo en voz alta: si ‘el pueblo’ es una amalgama de adolescentes idiotas y manipulables, si «la clase obrera es machista, es racista, es xenófoba» ¿por qué la democracia y no más bien, yo-qué-sé, la nada?
¡Vivan las caenas (aunque sean de televisión)!
Aunque, bueno, vale, un segundo, quizás me estoy pasando de frenada. El mismo Stafford habla sobre si la opinión pública es un buen termostato con datos del último libro de Will Jennings.
Según cuenta Jennings, el público puede estar mal informado acerca de las cosas, pero aún así sus percepciones cambian de manera apropiada. Así, por ejemplo, podemos ser engañados sobre la tasa de desempleo absoluto, pero podemos discernir con notable precisión si el desempleo es cada vez mayor o menor. Miren como «covarían» la tasa de desempleo y la preocupación percibida en Inglaterra desde los 80:

Esto me ha recordado el trabajo de Barrada sobre peso percibido e índice de masa corporal. Es interesante porque, a diferencia del «peso de Galton» y contra el argumento de Luri, en el «peso de Barrada» sí que intervienen pasiones, ilusiones y, qué diablos, retóricas interesadas.
Las conclusiones de esa y otras investigaciones son que somos bastante buenos estimando nuestro propio peso, ¡excepto en los extremos! ¿Se imaginan que pasara eso en la política? ¿Que fuéramos bastante buenos percibiendo la realidad política excepto en los extremos (es decir, los que tienen mucha y muy poca formación/interés en la cosa pública)? ¡Qué cosa más rematadamente brillante serían las democracias homologadas!
No sé si era en El Ala Oeste de la Casa Blanca donde decían que el gran legado del único presidente estadounidense con doctorado, Woodrow Wilson, fueron un montón de ideas brillantes que llegaron muertas a la escena internacional. Es una boutade, pero es sugestiva.
No es cosa de mi negociado dar argumentos sobre la democracia. En todo caso, la tarea del psicólogo es examinar si en una democracia occidental los individuos tienen la capacidad de hacer elecciones autónomas (no en el sentido de ‘libres’, sino de ‘no controladas por terceros’). En general, parece que eso es así. Parece que ese conjunto de paletos que conforman cualquier país de Europa, una vez capeado el temporal, de recuperar una idea clara de cual es el problema real que representan la inmigración y el terrorismo. Sea cual sea.
No se me preocupen demasiado.