Estamos en L’Escala. Así que, como os podéis imaginar, el estrés lo llevo a tope. Castillos de arena por la mañana y helados en la piscina por la tarde.
Es curioso que, aunque cada pueblo de playa es distinto, nos empeñamos en hacerlos parecidos, homogéneos: los domesticamos. No hay nada más característico de esto que los trenes turísticos. Ni las franquicias, ni las horchaterias: los trenes son una muestra clara de que hemos turistificado ese municipio, que es pasto del ladrillo, la crema y los guiris.
En L’Escala hay calas, anchoas y trenes turísticos.
«Me gustaría aclarar que este no es un relato con aspiraciones literarias. Soy un hombre sencillo y prosaico […], abogado de profesión, y creo que costaría encontrar a otra persona con una visión de la vida menos romántica e imaginativa que la mía» (Amelia B. Edwards)
PERO mañana toca la ‘p’ y, casualmente, iremos a Llofriu y Mas Pla; a presentarle nuestros respetos a don Josep. Fijo que algún tren también hay.
2 comentarios
Odio los trenes turísticos, me encanta l’Escala (y más las ruinas y las playas de delante) 🙂
A ver si entre hoy y mañana nos apsamos por allí y te cuento <3