Leía ayer un trozo de las memorias de Paul Niquette, el creador del término«software» en 1953:
Cuando dije por primera vez ‘software’ en voz alta, la gente de mi alrededor dijo, «¿Eh?». Desde el principio me pareció la palabra demasiado informal para escribirla y demasiado embarazosa para decirla. Sin embargo, de vez en cuando iba soltando la palabra ‘software’ en discursos, conferencias y entrevistas con los medios a lo largo de los años cincuenta.
Nadie, en 1953, habría adivinado que una palabra tan tonta entraría a formar parte en el vocabulario general de la industria en todo el mundo.
Me ha recordado un fragmento de «Tomorrow now» de Bruce Sterling:
Hay más o menos una docena de características que definirían un nuevo movimiento político del siglo XXI, antes que nada este movimiento necesitaría una ideología genuinamente nueva (…) que no necesita parecer política en el sentido tradicional, podría parecer tan tonta y excéntrica como al principio parecía el feminismo.
Podría llevarnos algún tiempo darnos cuenta de que los padres del movimiento no son seres estrafalarios, que incluso, han pensado profundamente sus temas y son serios sobre sus cuestiones. Con el paso del tiempo podrían verse ganando importantes discusiones y atrayendo adherentes intelectualmente serios.
Supongo que esta ‘ridiculez’ no sólo tiene que ver con las ideas políticas. No puedo dejar de preguntarme ¿Cuántas ideas científicas, sociales, religiosas o literarias nos parecerán ridículas sin serlo? ¿Cuántas ideas se nos están pasando por parecer serios, rigurosos y respetables? ¿Cuántas oportunidades estamos perdiendo?